Por Estevo Paz
El sistema de pensiones de reparto
Eugen Richter: ¿Es usted consciente de que si sale adelante este proyecto de ley (sistema público de pensiones basado en el reparto) va a hacer dependiente a todo el pueblo alemán de por vida del Estado?
Otto von Bismarck: Ese es precisamente mi objetivo.
El sistema de pensiones de reparto no está sustentado en el ahorro, por el contrario, lo que cobra un pensionista sale directamente de lo que paga un trabajador, y por eso se le denomina de reparto.
Aquí más de uno citará la famosa “hucha” de las pensiones, pero lamento decirle que ésta era un truco contable, en su haber nunca hubo ahorro genuino, sólo financiación de deuda del Estado.
La ventaja del sistema de reparto sucede cuando existe una base grande de cotizantes en relación con el número de pensionistas. Pero esta ventaja se vuelve en su gran inconveniente cuando se invierte la pirámide debido al envejecimiento de la población.
En 2022 España tenía 3.3 personas en edad laboral por pensionista, las previsiones para 2050 es de la mitad, 1.7 trabajadores por pensionista.
En este sentido, el sistema de pensiones de reparto se asemeja a un sistema Ponzi, todo va estupendamente cuando entra mucha gente en la base, pero cuando esto deja de suceder…
La espada de Damocles pende sobre los jóvenes
El gasto actual en pensiones ya es, de lejos, el mayor gasto del Estado. Por desgracia, dado el envejecimiento poblacional, seguirá yendo a peor.
¿Y por qué afirmamos que este aumento en el coste va a recaer especialmente sobre los jóvenes de hoy?
Aquí debemos comprender que los políticos son optimizadores de votos, y creo que ya se intuye cual es la masa homogénea de votantes más amplia en España; efectivamente, los jubilados.
Por consiguiente, todo gobierno trata de contentar a los jubilados, por simple cálculo electoral. Por eso al pacto de Toledo de las pensiones se le conoce con el sobrenombre de pacto de silencio de Toledo.
El marco temporal de cualquier gobernante es el de la duración de su mandato. A causa de esto, es muy difícil que el poder legislativo de turno asuma el coste político de tomar medidas impopulares, aún a sabiendas de que son necesarias a largo plazo. Siempre que tengan opción, tendrán el incentivo perverso de que la patata caliente les explote a los siguientes.
Pero lo cierto es que los recursos son finitos, y nuevos recortes, tarde o temprano, recaerán sobre las pensiones. Por desgracia, todo apunta a que los mayores damnificados serán las actuales generaciones de jóvenes, dado que cuanto más tarde se tomen acciones, mayor será el sobrecoste. Un sobrecoste que además no se verá reflejado en sus correspondientes pensiones.
Esto no es ninguna especulación, el MEI (Mecanismo de “Equidad” Intergeneracional) ya es precisamente un recorte a pensiones futuras, ya que es un impuesto que no devengará derechos en la pensión futura del pagador.
¿Existe salvación?
La alternativa más sostenible es ir transitando hacia un sistema de pensiones mixto, donde vaya ganando peso un sistema de capitalización individual, el cual sí está sustentado en el ahorro.
Idealmente, el sistema de reparto debería ir tendiendo a una red de cobertura de última instancia, mientras convertimos el de capitalización en la norma.
Un sistema de pensiones basado en un ahorro real tiene una serie de ventajas tanto morales como económicas. Lo éticamente correcto, bajo mi punto de vista, sería quitarle esta pesada losa a nuestros hijos y nietos. Deseo que los jóvenes puedan desatar todo su potencial, invirtiendo más en sus sueños y menos en impuestos. Además, aquellos que se animen a invertir este ahorro, estarán beneficiándose del interés compuesto, aumentando lo ahorrado, a la par que dicha inversión estará en muchos casos generando oportunidades para nuestras jóvenes generaciones.
El problema, como en muchos otros aspectos de la economía, es el coste de transición de un sistema a otro. Para tratar de minimizar este coste de transición, lo recomendable sería hacer una transición gradual que afectase a varias generaciones. Y si viene acompañado de emprendimiento, disminución del paro, aumento de la productividad e inmigración insertable en el mercado laboral, mejor para todos.
Como ejemplo de esta transición tenemos el SIPP (sistema de cuentas individuales de pensiones) introducido por el Reino Unido en 2006. Esta iniciativa ha tenido un gran éxito en su acogida, a pesar de que implica asumir el coste de transición.
En definitiva, la patata caliente está en las manos de los políticos, cuanto más se permita agrandar, peor será su onda expansiva.