Por Pablo Cobos
Cómo la toma de decisiones informadas, la búsqueda de diversidad de opiniones y la apertura a la liberación de prejuicios nos lleva a la libertad individual
Un pensador crítico es alguien que se preocupa por examinar y cuestionar cuidadosamente las sugerencias de los demás. Analiza y contrasta con otra información y evalúa basándose en el sentido común y los hechos. Finalmente, podrá aceptar, rechazar o revisar la propuesta.
El pensamiento crítico es, por tanto, la capacidad que tiene el ser humano para cuestionar aquello que se le presenta por delante. De esta forma, es capaz de construir una opinión propia de un determinado tema o situación atendiendo a su propia capacidad de lograr claridad ignorando factores externos y generalmente sesgados.
El pensamiento crítico incluye tres acciones principales:
Examinar y comparar datos e información, consultar una variedad de fuentes y profundizar en los hechos.
Generalmente existen obstáculos que dificultan el desarrollo del espíritu crítico. Prejuicios personales, influencia de los medios de comunicación, y falta de información confiable son algunos de los problemas que uno puede encarar en situaciones donde el pensamiento crítico debe hacer aparición.
En términos de nuestra propia cultura, cuestionarla y no replicar opiniones de nuestra comunidad cercana se puede volver una tarea difícil.
Como seres humanos, seguimos una tendencia a afiliarnos con aquellos con los que compartimos espacio, y en este contexto florecen pensamientos grupales por miedo a señalarse.
El papel del pensamiento crítico como elemento que diferencia la época adulta podría ser un buen punto de inflexión si así queremos verlo. Se manifiesta en pequeños matices durante la juventud y evoluciona hacia una mayor reflexión en la madurez.
El papel del pensamiento crítico en la libertad individual es muy importante. Tanto, que la libertad individual se podría considerar el resultado del pensamiento crítico.
Aun así, no se trata de una fórmula que se pueda desarrollar de manera automática. Existen desafíos, como los prejuicios personales o la escasez de perspectivas diversas. También se ha de ser crítico con los medios de comunicación y verificar la información que nos transmiten.
Debemos, bajo mi perspectiva, desprendernos de la idea de que la verdad depende de quién la cuente. Tenemos que empezar a establecer la verdad como una idea independiente. En campos comunitarios y objetivos, no importa quién, sino qué.
Podemos aplicar el pensamiento crítico al ámbito académico o laboral. En ciencia nos ayuda a tomar información de manera rigurosa, y en lo laboral nos permite desarrollarnos y abordar problemas desde distintas perspectivas para poder avanzar.
Además, el pensamiento crítico nos ayuda no sólo a tomar decisiones éticas y morales, sino que también es vital para para una participación ciudadana informada y comprometida. Nos ayuda a evaluar líderes o a contribuir de manera provechosa al debate público.
Si somos capaces de aplicar todo lo visto, una vez desprendido de todo moralismo o reproche sin fundamento, veremos que otro tipo de preguntas salen a la luz. Aquellas que llaman directamente a las puertas de quienes estableces las normas.
¿Es mejor para la economía un mayor, o un menor gobierno? Medidas como altos impuestos intentan (y consiguen) persuadir de algunos comportamientos, como ocurre con el tabaco. Sin embargo, se carece de pensamiento crítico para realizar el mismo análisis en impuestos al trabajo o a sectores empresariales.
¿Por qué falla el sistema de pensiones? ¿Acaso no es más que un problema contable que un estudiante pudiera resolver? Si un profesor te hubiera dicho en la escuela que 2 y 2 son 5, la inocencia de un niño habría explicado con sus manos que aquello no era posible.
¿Puede una prohibición acarrear problemas mayores? ¿Acaso nuestro pensamiento crítico no nos pregunta una y otra vez qué pasaría si se derogara la prohibición de las drogas? Cuesta entender cómo se puede considerar un tema controlado cuando cada día convivimos con sustancias, a pesar de gente que dice no verlas por ningún lado.
¿Es el capitalismo el culpable del hambre y la pobreza? Quizás el problema sea que estamos romantizando tiempos pasados precapitalistas en base a un interés externo. Pero si por el contrario la industrialización y la urbanización han llevado a la pobreza, ¿qué ocurría con las zonas rurales cuando el año de la cosecha no era provechoso?
Todo parece indicar que las oportunidades zonas rurales aumentaron, y la esperanza de vida se disparó en todo el mundo. Pero entonces, ¿por qué abren tertulias negándolo? ¿Acaso no valdría con invertir un poco de pensamiento crítico para demostrar que se equivocan?
¿No es el libre comercio el ecosistema bajo el que todos podemos interactuar y cooperar, dentro de un marco libre y de interés común? Pareciera que el poder político, su principal rival, se ha encargado de esparcir mala fama para perpetuar su asalto.
Podríamos continuar, pero mi naturaleza científica, como si de un problema de álgebra se tratara, me hace sacar un denominador común.
¿Qué y cuánto debe hacer el Estado? ¿Estamos seguros de que estamos invirtiendo en solucionar problemas?