Ante la intervención exterior en Libia

Roald SchoenmakersEn las últimas semanas, el Partido de la Libertad Individual (P-LIB) ha seguido con gran interés los acontecimientos de Libia. En su momento, el P-LIB emitió un comunicado sobre las revueltas que han derrocado a los regímenes de Túnez y Egipto, y respecto a las que se están produciendo en otros países árabes contra las dictaduras de diverso tipo que mantienen sojuzgada a la sociedad civil. En ese comunicado afirmábamos que “los regímenes autoritarios sostenidos desde el exterior han hecho crisis en unas sociedades empobrecidas por las élites cleptocráticas” y que “Europa y Norteamérica se han equivocado al fortalecer a esas élites como si hacerlo fuera la única alternativa a la implantación de teocracias ultraislamistas”.

En el caso del coronel Gadafi, la irresponsable cooperación occidental, incluida la de Aznar y Zapatero (España, entre otras cosas, lleva muchos años vendiendo armas a Libia, armas que seguramente han servido ahora para aplastar a la oposición), resulta particularmente sospechosa si tenemos en cuenta las características de su régimen, su histórica conexión con el terrorismo internacional, su implicación directa en la espantosa masacre de Lockerbie y sus constantes ataques verbales contra los países occidentales. El pragmatismo de los líderes occidentales durante tanto tiempo bien podría obedecer, más allá del papel de Libia en el mercado del petróleo, a la financiación ilegal del régimen a políticos de diverso signo. El propio Gadafi está amenazando desde hace unos días con “tirar de la manta” y revelar secretos relacionados con la corrupción de la casta política europea. Deseamos que lo haga y que en ese caso aporte pruebas reales, ya que la credibilidad de este tirano es tan escasa como su respeto por los derechos individuales de los libios.

La larga cooperación occidental con el régimen libio desacredita la urgencia con la que ahora se ha decidido una implicación militar que no se ofrece en otros casos actuales de levantamientos populares contra las dictaduras, como los de Yemen y Bahrein, ni tampoco en otros casos de emergencia humanitaria ante genocidios, como el de Darfur. En el caso español, la sorprendente agilidad y proactividad del gobierno (compuesto por los mismos que años atrás explotaron hasta la extenuación el “no a la guerra”) puede estar directamente relacionada con los intereses de Repsol en el país norteafricano.

El P-LIB expresa su solidaridad con los ciudadanos libios que persiguen el derrocamiento de Gadafi y de su régimen, la celebración de elecciones libres y la instauración de un sistema en el que reine la plena libertad política, económica, religiosa y cultural de los individuos.

El P-LIB es un partido contrario a las intervenciones bélicas en el exterior, salvo en caso de legítima defensa. El Programa Político Marco aprobado por el I Congreso el pasado 25 de septiembre afirma que “el P-LIB considera que las prácticas invasivas, intervencionistas y bélicas en materia de política exterior son ilegítimas, excluyendo la objetiva defensa, e incompatibles con el ideario liberal libertario del partido”. El P-LIB se opondrá por tanto a cualquier futura ocupación del territorio de Libia, y exige que la actual intervención aérea se limite exclusivamente al objetivo estrictamente humanitario de impedir nuevas masacres del régimen de Trípoli sobre la población civil, al objeto de evitar lo que Guy Verhofstadt, ex primer ministro belga y líder del grupo parlamentario liberal en el Parlamento Europeo ha definido como “una nueva Srebrenica o una nueva Rwanda”.

El Secretario de Relaciones Internacionales del P-LIB, Roald Schoenmakers, ha declarado hoy que “resulta poco comprensible que la comunidad internacional intervenga militarmente en casos como el de Libia y no lo haga en casos como el de Darfur”. “Mantenemos una posición similar a la que estos días están manifestando los libertarios norteamericanos y muchos liberales europeos: nos repugna la tiranía de Gadafi, apoyamos las aspiraciones de libertad que están manifestando los ciudadanos libios y deseamos un cambio de régimen que satisfaga esas aspiraciones; pero no conocemos todas las variables, no sabemos hasta qué punto los medios de comunicación están trasladando información veraz y desconocemos la realidad del Consejo Nacional de Transición constituido en Bengasi”. “Condenamos de antemano –ha añadido– la posible transformación de la operación humanitaria en una mera excusa para sustituir un dictador díscolo y acabado por otro más controlable de cara al uso de los recursos petrolíferos libios. No sería la primera vez que se reviste de explosión popular contra un tirano lo que en realidad es su sustitución por otro en beneficio de intereses inconfesables, o se aducen elevados fines de paz, libertad y democracia para embarcarse en guerras prolongadas que nos cuestan mucho dinero, incrementan el tamaño y el poder del Estado y, sobre todo, se emplean como excusas para recortar nuestra libertad”.

Tras el desfalco del tesoro tunecino por la esposa de Ben Alí, el P-LIB apoya la propuesta formulada por Hans van Baalen, presidente de la Internacional Liberal, de creación de una cuenta de fideicomiso internacional a la que se trasladen los activos estatales libios y los del propio dictador congelados en el exterior, de manera que quede asegurada su custodia hasta que la situación política del país recupere la estabilidad necesaria.

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