Preocupación ante el supervisor bancario único

Óscar TimónEl Partido de la Libertad Individual (P-LIB) ve con especial preocupación la creación en Europa del supervisor financiero único. Esta medida se está vendiendo a la opinión pública europea como la solución a las crisis bancarias y al rescate de las entidades financieras. Sin embargo, no es sino la vieja promesa de todos los políticos colectivistas, que intentan convencernos de que no ha fallado la supervisión en sí sino el supervisor, por lo que basta con cambiarlo para que, esta vez sí se supervise «bien» y no haya más problemas en el futuro. Lo más preocupante de esta medida, totalmente inútil, es la acumulación de poder en órganos cada vez más alejados del ciudadano. La medida refuerza la opaca y omnipotente burocracia europea, que no rinde cuentas a la población y se presta a ser utilizada por los políticos para justificar más recortes a las ya escasas libertades de los ciudadanos. No podemos descartar tampoco que se genere un mayor riesgo moral en el comportamiento de los bancos, ya que se verán respaldados forzosamente por todos los contribuyentes europeos.

Los problemas del sistema financiero no se solucionan con más regulación ni con más supervisión ni tampoco centralizando ambas en un organismo burocrático supranacional. Nos encontramos ante el sector más regulado y supervisado de la economía, empezando por su materia prima, el dinero, cuyo monopolio de emisión pertenece a un órgano político, el Banco Central Europeo, que no tiene reparos en crear continuamente nuevo dinero para que los políticos puedan sustraer rentas de forma imperceptible del ahorro y del trabajo de los ciudadanos. Por otra parte la maraña regulatoria bancaria no es capaz de poner freno a las crisis bancarias por la sencilla razón de que las crisis son provocadas por esa misma regulación que otorga jugosos privilegios a la banca, y principalmente:

  • Una financiación casi ilimitada a través del banco central, que les permite expandir artificialmente el crédito muy por encima, tanto en plazo como en riesgo, del ahorro real de los ciudadanos.
  • Restricciones fortísimas a la entrada de nuevos competidores en el sector bancario.
  • Fondos de garantía de depósitos, que contra lo que pueda parecer son un privilegio para la banca y no una garantía real para el ciudadano, ya que se convierten en la excusa perfecta para rescates multimillonarios a la banca cuando vienen mal dadas.

Óscar Timón, Portavoz Económico del P-LIB, ha declarado que «los liberales abogamos por una banca libre, que pueda desarrollar su actividad con las mismas reglas que cualquier otro negocio, sometida a los principios generales del Derecho y sin los privilegios de disponer de un banco central que financie sus desmanes ni de un Estado que socialice sus pérdidas entre todos los contribuyentes».

El P-LIB reitera su defensa de la libre elección de moneda. Para ello hay que deshacer el expolio que cometieron los gobiernos de todo el planeta a partir de 1971, cuando Nixon expropió el dinero a los ciudadanos al eliminar el patrón oro. Una buena medida inicial sería legalizar el oro y la plata como moneda, es decir, dejar de tratar estos metales preciosos como inversiones con impuestos sobre las plusvalías. Así se hizo en abril de 2012 en el estado de Utah. Se trata de que el oro y la plata puedan competir libremente con el dinero fiduciario, sin barreras legales. Los liberales estamos convencidos de que la gente preferirá el dinero estable y seguro que siempre han sido los metales preciosos, en vez del papel impreso sin respaldo por los bancos centrales. Éste sólo persiste asistido por el régimen de monopolio del curso legal, mantenido por el establishment político y bancario para beneficio del sistema en detrimento de los ciudadanos.

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