Crisis de la monarquía

El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) considera pésima la gestion de la Casa Real española, y particularmente de su estrategia de comunicación en los últimos tiempos, y percibe una acelerada descomposición interna de la institución, al tiempo que cae en picado el apoyo popular a la misma.

El P-LIB prefiere una república, y por expreso mandato de su I Congreso promueve la forma de Estado republicana, lo que se trasladó el pasado mes de noviembre a la ciudadanía en una de las treinta medidas de la síntesis programática publicada. Concretamente proponíamos entonces, lejos de todo exceso, que el cambio de forma de Estado se produjera al término del actual reinado. Por si es necesario a estas alturas, aclaramos que la república que defiende el P-LIB se parece a las existentes en nuestro entorno internacional, y no al recuerdo que los españoles puedan tener de nuestra segunda república.

Percibimos que los acontecimientos se están precipitando por la grave crisis de la institución. El heredero, que es un hombre joven y apegado a nuestro tiempo, debería ser el primero en reconocer la inviabilidad de la institución en el mundo del siglo XXI y promover él mismo, cuando llegue el momento propicio, un cambio constitucional ordenado y sin sobresaltos para la instauración de un sistema republicano. Él y su familia llevan décadas proclamando su amor a nuestro país. Si de verdad lo sienten, deberían comprender que, por importante que haya sido su papel en una Transición que ya es materia de los libros de Historia, hoy ya no aportan valor a nuestro sistema institucional y deben dejar paso a un sistema político acorde con los tiempos y exento de los mitos obsoletos y de los favoritismos injustificables que son propios de las monarquías. Cada individuo y su Libertad personal están por encima del Estado, de su jefatura y de la simbología correspondiente.

Por otra parte, con España y Europa entera al borde del abismo económico, el P-LIB no considera que el cambio de forma de Estado sea una necesidad acuciante. Aunque todo es importante, resulta mucho más urgente reducir el coste, el peso, el volumen y la injerencia del Estado en las vidas y haciendas de los ciudadanos.

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