Manifestaciones del 15-M

El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) comparte la preocupación de los miles de personas que ayer domingo tomaron las calles de cincuenta ciudades españolas. Compartimos la justificada indignación de esas personas por los altísimos niveles de corrupción a los que hemos llegado bajo el imperio del bipartidismo, un modelo político simplista y agotado. Compartimos algunas de las propuestas de la plataforma Democracia Real Ya, convocante de las movilizaciones, como la derogación de la Ley Sinde, la protección de la libertad de expresión y de información, la reforma del sistema electoral para que la pluralidad política se vea matemáticamente representada en las instituciones, la prohibición de los rescates estatales de bancos o la eliminación de los privilegios de todo tipo que disfruta la casta política española.

Sin embargo, el P-LIB lamenta que la mayoría de las restantes propuestas de esta plataforma y de los manifestantes vayan en la línea de aumentar el estatalismo y los impuestos de todo tipo, y desproteger la propiedad privada. El P-LIB considera que en todo el mundo desarrollado hemos llegado a la quiebra moral y económica del Hiperestado, que con la excusa de procurar bienestar a los ciudadanos ha generado una burocracia enorme e incontrolable y ha creado grandes incentivos al parasitismo de la casta política. El P-LIB lamenta la ceguera que lleva a una gran porción de la sociedad, desolada ante este panorama, a pedir remedios que son peores que la enfermedad: aún más intervencionismo, aún más ingeniería social, aún más poder para la élite de intermediarios (agentes sociales, representantes políticos y otros). El P-LIB existe para luchar por la devolución del poder a cada individuo, para que sin injerencias estatales ni condicionamiento colectivo adopte de manera directa sus propias decisiones de toda índole.

La alternativa al Hiperestado actual no puede ser otro Hiperestado que, con toda la buena fe inicial que se quiera, terminaría por atenazar nuestra libertad tanto o más que el actual, sino su desmontaje para sustituirlo por un sistema de mucha mayor libertad y responsabilidad personal. Los males que han motivado las manifestaciones de ayer (paro galopante, falta de oportunidades y perspectivas de futuro, corrupción extrema, desafección más que justificada al sistema) no se resuelven cambiando en las administraciones públicas ni a las personas ni a los partidos (aunque ambas cosas son ya una necesidad y un clamor generalizado), sino recortando drásticamente el poder que esas administraciones nos han hurtado sutilmente durante décadas, para devolver a cada persona su soberanía plena y permitir que gobierne su vida. Se necesita por lo tanto una alternativa sistémica, sensata y pacífica. Esa alternativa pasa por acabar con la peligrosa dinámica de ciclos económicos que nos ha llevado, como consecuencia necesaria de la desorbitada expansión crediticia y del long boom artificialmente provocado por la banca central y comercial, a la terrible crisis actual. Y para ello es necesario recuperar el anclaje del valor del dinero a un patrón estable y objetivo, impedir la emisión de moneda y crédito sin respaldo, liberalizar bajo esas condiciones la actividad bancaria y la emisión monetaria, y adoptar medidas urgentes de crecimiento económico, que pasan por la desregulación de los mercados, incluido el laboral, como medio de generar empleo y oportunidades para todos.

La corrupción no depende de que gobiernen unos u otros, sino de evitar la ocasión reduciendo el poder discrecional de los políticos y las trabas a la libre y espontánea acción ciudadana. El paro no depende de una u otra política económica, sino de que la política deje de interferir en la economía. El acceso a la vivienda, a una pensión o a los servicios no depende de que el Estado se los «dé» a los ciudadanos, sino de que deje de robarles la mayor parte de la riqueza que generan (o de aplastar sus oportunidades de llegar a generarla). El Estado gigantesco y orwelliano del tándem PP-PSOE no es la solución sino el problema, y acrecentarlo aún más como proponen IU y otras fuerzas políticas próximas a las movilizaciones de ayer, no haría sino agravarlo. El colectivismo se retroalimenta porque a quienes padecen sus consecuencias se les oculta fácilmente las causas, y terminan pidiendo más colectivismo todavía. Esto se lo pone fácil a los políticos, que compiten encantados por «dar» más, sabedores de que para ello se les permitirá engordar el Estado que regentarán.

De cara a las próximas Elecciones Generales, el P-LIB se ofrece a la sociedad para detener esta espiral suicida de asfixia económica e ingeniería social. Nuestra receta es sencilla: Menos Estado, más Libertad.

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