Honduras: caso cerrado

El P-LIB considera que los hondureños han dado una lección de democracia. Las elecciones del pasado domingo se desarrollaron sin una abstención significativa y en el clima de paz civil propio de una sociedad que quiere pasar página. El ex presidente Zelaya había sido destituido por el parlamento y por la corte suprema, no por un golpe de Estado como algunos han querido hacernos creer. Los motivos de la destitución no fueron desdeñables: Zelaya pretendía hacer lo mismo que otros presidentes latinoamericanos de la órbita venezolana, es decir, alterar la constitución y las leyes para perpetuarse en la presidencia sine die, asumiendo más poderes que los correspondientes al cargo e instaurando de facto una dictadura que habría de engrosar el nuevo bloque antioccidental con base en Caracas.

La participación electoral de millones de ciudadanos escogiendo entre los diversos candidatos legitima las decisiones judiciales y parlamentarias contra el ex presidente, y constituye una confirmación de la voluntad popular de que no regrese al poder y de que Honduras no se sume al bloque chavista. Sólo la incomprensible presión de la administración Obama y de algunos países occidentales, entre ellos España, ha mantenido viva la farsa de que Zelaya era víctima de un golpe. Su burdo intento de autogolpe, evitado pacíficamente in extremis, debe hacernos reflexionar sobre la tendencia involucionista de la región y sobre la necesidad de coordinar las diplomacias occidentales para frenar el auge del totalitarismo impulsado por Hugo Chávez. El P-LIB reclama al gobierno español el reconocimiento inmediato del nuevo gobierno elegido soberanamente por la ciudadanía hondureña.

El bloque chavista es un peligro para la paz regional y mundial

 

 

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