Veinticinco años de la caída del Muro de Berlín

Auriazulogo2Al cumplirse hoy un cuarto de sigo de la caída del Muro de Berlín, el Partido de la Libertad Individual (P-LIB) celebra este hito histórico de trascendental importancia, y alerta sobre el auge de los totalitarismos en España, en Europa, en América Latina y en otras regiones del mundo. El P-LIB, partido adherido a la Declaración de Praga sobre la Conciencia Europea y el Comunismo (2008), recuerda hoy a los más de cien millones de víctimas que el comunismo ha cosechado desde sus orígenes. Recordamos con pesar el sufrimiento generalizado, la miseria extrema y la anulación de la individualidad que fueron la norma en muchos países generación tras generación, y que asolan aún a sociedades diversas en todo el planeta, entre las que merecen nuestra especial solidaridad las de Cuba y los países latinoamericanos que en tiempos recientes han seguido el rumbo suicida marcado por el régimen de Venezuela. Rendimos hoy un tributo emocionado a la memoria de las víctimas del comunismo en todo el mundo, y un homenaje solemne a los disidentes.

El P-LIB afirma que el comunismo no se diferencia más que en lo superficial de las otras formas de totalitarismo. Todas ellas coinciden en expropiar y someter al ser humano hasta extremos incompatibles con su dignidad y con su libertad más elemental, alienándolo y cosificándolo. La persona que cae bajo el poder comunista termina invariablemente esclavizada por un Estado implacable, en el que la corrupción es la norma y toda disidencia es despiadadamente aplastada.

El P-LIB se sitúa en las antípodas ideológicas del lugar infecto que comparten en el mapa de las ideas los comunistas, los nazis, los fascistas, los falangistas, los extremistas religiosos y todos los demás representantes del estatalismo más feroz. Entre ellos y nosotros están las tendencias políticas convencionales que son actualmente mayoritarias en los países democráticos: los colectivismos moderados de tipo socialdemócrata, democristiano, conservador y sus derivados. Partiendo del liberalismo más puro y genuino, aquel que no hace concesiones ni siquiera a esos colectivismos moderados, aquel que nació a la Historia para combatir el absolutismo y la teocracia, provocando en las sociedades occidentales una aceleración sin precedentes del progreso material mediante el capitalismo y la Razón, los libertarios vamos más allá al reivindicar una paulatina y sensata evolución política que invierta la tendencia estatalista y restaure la soberanía inalienable del individuo humano en un orden social y económico espontáneo.

Sabemos que el problema es el Estado. Los Estados no son una red de seguridad para los miembros más débiles o necesitados de la sociedad, sino la cadena que los ata impidiendo su progreso. Los Estados no son administradores justos y eficientes que distribuyen con equidad el dinero de todos, sino estructuras políticas que, con la excusa de la voluntad mayoritaria, toman mediante extorsión tributaria cuanto quieren del dinero que pertenece en realidad a cada uno y no a la colectividad, y después lo emplean para consolidar su propio poder y financiar los privilegios de las oligarquías que los regentan. Los Estados no son un baluarte que nos protege de los peligros del mundo, sino agentes de las más diversas y opacas estrategias de conflicto internacional que, en realidad, sirven a su propio poder. Los Estados no articulan la comunidad política, sino que coartan su evolución espontánea. Los Estados no son los mantenedores de un marco de seguridad jurídica, sino los distorsionadores del Derecho, sustituyéndolo por un laberinto inabarcable e incomprensible de normas de imposible cumplimiento. Los Estados no alientan el libre desarrollo de la cultura, sino que favorecen con nuestro dinero las tendencias que a ellos les convienen. Los Estados, incluso los más democráticos y participativos, incluso los más austeros y menos corrompidos, no son padre sino amo.

Nuestra causa es la emancipación pacífica frente a ese amo, y convocamos a ese esfuerzo a cuantas personas sienten que en nuestra sociedad la Libertad retrocede por obra del régimen del 78, en acelerada descomposición, y sufre la amenaza gravísima que se deriva del rápido avance de Podemos. Cuando el consenso socialdemócrata agoniza en todo el mundo como modelo de organización social, porque es económicamente insostenible y tecnológicamente obsoleto, parece claro que sólo se abren ante la humanidad dos caminos. Uno es regresar a los totalitarismos de siempre, apenas evolucionados pero muy bien maquillados, como intenta Podemos. El otro es hacer frente a esa formidable amenaza e inducir el desmontaje ordenado de la mayor parte del entramado estatal para sentar las bases de una profunda devolución a cada individuo del poder que hoy detentan los Estados y mantenerlos a raya en adelante como autoridad de última instancia con unas competencias y un presupuesto realmente mínimos y limitados, permitiendo así que algún día se pueda llegar aún más allá. Frente al autoritarismo moderado en caída libre y frente al totalitarismo que vuelve por sus fueros, los libertarios ofrecemos un proyecto político de alternativa general tanto al sistema como a los supuestos antisistema que, en realidad, amenazan con llevarnos de vuelta a regímenes como el que, hace hoy veinticinco años, lograron derribar con heroísmo los europeos orientales.

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