Ante la reforma laboral del PP

Juan PinaEl Partido de la Libertad Individual (P-LIB) considera poco audaz la reforma laboral aprobada hoy por el gobierno conservador, que avanza algo en la buena dirección pero adolece todavía de demasiados prejuicios colectivistas. Tras esta reforma, en España sigue siendo muy difícil emprender, ofrecer empleo e incluso encontrarlo. El Presidente del P-LIB, Juan Pina, ha afirmado que «en una escala de cero a cien, estábamos en el uno y ahora estamos en el cinco. Algo es algo, pero la extraordinaria gravedad de nuestros datos de paro (peores aún que los de Grecia), de productividad y de emprendeduría habrían requerido una reforma mucho más valiente».

El P-LIB da la bienvenida a la flexibilización de las rescisiones y a la reducción de su coste, pero considera que son muy insuficientes. El posible descuelgue de las empresas respecto a los convenios sectoriales es un tímido paso adelante, pero en realidad resulta imprescindible acabar con la obligatoriedad de la negociación colectiva. Otro pequeño avance es la limitación de la ultraactividad de los convenios.

Para el P-LIB es contradictoria la medida del contrato de emprendedores. En realidad, es el reconocimiento evidente de que sólo con una fuerte reducción de la carga social pueden surgir empresas y crearse empleo. Y siendo eso así, resulta injusto que esta medida no se aplique a las empresas ya existentes y sí a sus nuevos competidores, y es discriminatorio que se establezca límites arbitrarios a la cantidad de trabajadores o a la edad de los mismos.

El P-LIB considera un acierto el aumento de la flexibilidad interna
, que logrará evitar muchos despidos que hoy se producen por imposibilidad de renegociar las condiciones laborales. También celebramos la flexibilización de las disposiciones sobre los horarios. Respecto a la no concatenación de contratos temporales, el P-LIB cree que esta medida puede tener efectos adversos sobre el empleo, y expresa su convicción de que los contratos serían normalmente indefinidos si no fuera por las regulaciones que constriñen la libre rescisión, y que en su mayor parte continúan vigentes tras esta alambicada reforma laboral. Por otro lado, es una buena medida desvincular el absentismo laboral de la media de los compañeros de trabajo, lo que vulneraba el principio básico de consideración individualizada de las personas.

No compartimos la absurda ocurrencia de obligar por ley a las empresas a pagar ahora veinte horas anuales de formación, una nueva imposición arbitraria desde el poder político. Reconocemos en cambio el acierto del gobierno al convertir a las empresas de trabajo temporal en agencias de colocación, pero lamentamos que se detenga en ese punto en lugar de disolver los servicios estatales de empleo, cuya clamorosa ineficacia hace injustificable su continuidad.

El P-LIB considera acertados los pasos que tienden hacia el sistema «austriaco» de cuentas de capitalización
, sistema que siempre hemos defendido. Sin embargo, entendemos demasiado tímido este avance, demasiado confusa su implementación y demasiado rígidas las condiciones dispuestas. Como política general, el P-LIB prefiere sistemas de previsión basados en el ahorro y no en la generación de una inmensa deuda para todos. La simultaneidad de la prestación por desempleo y del salario no sería objetable si proviniera del fondo de capitalización para el trabajador, pero resultará en cambio injustificable si procede de la bolsa común a la que todos aportan.

Otro tímido –demasiado tímido– avance  el reconocimiento de las «causas empresariales» para la rescisión de los contratos de trabajo, pero el P-LIB considera necesario evitar que las empresas (y los trabajadores) tengan que justificar la rescisión. Las causas y mecanismos de rescisión de un contrato deben regularse en el mismo, y corresponde a las partes acordar su contenido.

La política laboral está estrechamente vinculada a la previsión de la vejez, y es lamentable que una vez más el gobierno haya perdido la ocasión de abordar el gravísimo problema que supone la quiebra del sistema de reparto. El P-LIB considera urgente que el Estado deje de mentir a los trabajadores, reconozca la insostenibilidad del sistema de pensiones e inicie la transición hacia un sistema de capitalización individualizada a beneficio de cada trabajador.

El P-LIB echa en falta en esta reforma laboral la mejora de las condiciones del trabajo por cuenta propia, y en particular la reducción drástica de la cuota de autónomos, que resulta elevadísima y frena (cuando no imposibilita) el surgimiento de nuevos trabajadores independientes y de nuevas micropymes. Transformar parados en emprendedores y en profesionales libres es aún mejor que conseguirles un empleo por cuenta ajena.

El P-LIB reitera su convicción de que la supuesta protección laboral –con toda la retórica que la acompaña– en realidad no protege de nada a los trabajadores y resulta en cambio costosa para las empresas y para el conjunto de la sociedad. Medidas como el salario mínimo y las barreras económicas al despido sólo generan desempleo, dificultan el progreso de la carrera profesional y encarecen la producción de los bienes y servicios que necesita la sociedad. Los trabajadores son cautivos de un sistema estatalizado en el que creen trabajar para sus empresas o como autónomos, pero en realidad dedican alrededor de la mitad de su tiempo a la generación de recursos económicos para el Estado, mediante el pago de impuestos, tasas y cotizaciones de todo tipo. El P-LIB considera urgente liberar a los trabajadores del supuesto Estado del bienestar, convertido en realidad en el bienestar del Estado y de los funcionarios y políticos que lo vampirizan. Los trabajadores podrían cobrar hasta un 40 % más si no estuvieran sometidos a una carga social y fiscal tan alta.

El P-LIB considera de la máxima importancia acabar con los privilegios de las organizaciones sindicales, que resultan tan injustos como insostenibles en plena crisis. Deben desaparecer los liberados sindicales que tanto dinero nos cuestan a todos, las subvenciones millonarias a los sindicatos, la ineficaz gestión sindical de los programas de formación ocupacional pagados por los contribuyentes, la negociación colectiva obligatoria y centralizada, y la capacidad de coerción de estas organizaciones tanto sobre los trabajadores como sobre el poder político emanado de las urnas.

Por otra parte, esta o cualquier otra reforma laboral no servirá realmente de mucho si no va acompañada de una profunda desregulación de la actividad económica y, a largo plazo, de un cambio radical en el sistema educativo, verdadero talón de Aquiles de nuestra productividad y competitividad.

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