Contra la cruzada anti-Internet de Sarkozy

Roxana NiculaEl Partido de la Libertad Individual (P-LIB) deplora la cruzada del presidente francés Nicolas Sarkozy contra Internet en el marco de la cumbre que estos días celebra el llamado eG8. Esa cruzada revela el temor de los Estados a la libertad de los individuos y, por tanto, a su propia pérdida de poder centralizador.

Particularmente, el P-LIB condena el intento descarado de asustar a la población respecto al peligro de que una Internet libre perjudique “el derecho del individuo a la privacidad y  a su total autonomía”. Precisamente la autonomía personal, el derecho a la privacidad y a la intimidad, el secreto de las comunicaciones y la presunción  de inocencia, pilar fundamental de nuestro sistema de Derecho, han sido cercernados por las leyes liberticidas que Sakorkozy y González-Sinde han promulgado en sus respectivos países.

Menos Estado y más libertad

Igual de condenable es la petición de Sarkozy a las empresas del sector de que “incluyan a los gobiernos en su mundo”. Ese “mundo” se ha desarrollado hasta producir las mayores cotas de libertad y desarrollo jamás alcanzadas precisamente gracias a que los gobiernos han estado ausentes. El control de Internet planteado en la cumbre del eG8 crea muchos más problemas de los que resuelve. Al no definir claramente la frontera entre regulación y censura, será la regulación estatal la que acarreará la pérdida de intimidad y autonomía personal que Sarkozy denuncia.

La sociedad global digital ha nacido libre y se ha dotado de un orden espontáneo que no ha necesitado de normas impuestas. Si Internet hubiese sido producto de la planificación estatal, no habría llegado ni a materializarse. La mejor prueba de ello son los numerosos intentos fallidos de los gobiernos europeos cuando pretenden lanzar productos “europeos” alternativos a los surgidos en el libre mercado de Internet. Recordemos el empeño de la presidencia francesa en competir con Google como buscador y biblioteca virtual gastándose millones de euros de los contribuyentes, dinero a fondo perdido que efectivamente se perdió, porque el proyecto fracasó estrepitosamente. Los usuarios quieren seguir consumiendo los productos que eligen ellos mismos, no aquellos que los gobernantes elijan para ellos. Los consumidores rechazan los productos y servicios engorrosos, mediocres y caros promovidos por los Estados desde una clara visión anti-mercado y creados únicamente por la posición privilegiada que estos ostentan como administradores de los fondos de la ciudadanía.

La sociedad global, actuando libre y espontáneamente, colocará a cada uno en su sitio, sin necesidad de la intromisión del Estado”, ha señalado Roxana Nicula, miembro del Comité Ejecutivo Federal del P-LIB, advirtiendo que “para hacer que la regulación de Internet se cumpla, tendrían que aplicarse programas específicos de inspección profunda de los paquetes de datos en tránsito, lo que implicaría acabar por completo con el derecho fundamental al secreto de las comunicaciones y a la intimidad, privacidad y autonomía personal”. “Esto tendría que hacerse además de manera indiscriminada para todos los usuarios, mermando así también la presunción de inocencia”, concluye.

El P-LIB coincide con la valoración del director ejecutivo de Google, Erich Schmidt, que ha señalado la incapacidad de los gobiernos de comprender el nivel de poder que Internet ha dado a los individuos. Como bien apuntaba el propio Schmidt en la cumbre, «Internet se mueve más rápido que los Estados”. El miedo del líder francés a que vayamos “hacia el caos y la anarquía”, según ha afirmado, es el origen de las medidas liberticidas que Francia, la UE y todos los gobiernos occidentales están impulsando en los últimos meses, desde el más absoluto desprecio a los derechos individuales.

En Internet los ciudadanos han disfrutado por primera vez de la libertad real. Han sido ellos quienes han tomado las riendas sobre sus vidas, decidiendo por sí mismos cómo, qué y cuándo consumir, creando negocios, generando riqueza sin cumplimentar un solo formulario, sin pedir permisos ni autorizaciones para cada movimiento y sin doblegarse ante el Estado ni ante sus gestores, y así debe seguir siendo: hoy nos estamos jugando en Internet el futuro de la libertad”, concluye Roxana Nicula.

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